Michigan 1766

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Saqué esta foto en una época en la que sabía que mi ida era inminente. Me iba a ir del barrio, me iba a alejar de los diecinueve años.
Intuía que era la última vez que un año iba a pasar tan lento.
Quise fotografiar las cosas que había dado por sentadas. Me acuerdo clarito de predecir que un día ya no pasaría el 64, único ómnibus que me servía.
El boleto a treinta y un pesos, la esquina de Michigan y Legrand, el Disco del que nos robábamos queso cuartirolo con Gino.
En el 2023 el 64 bajó su frecuencia a la mitad y el boleto está a cincuenta y dos pesos siempre amenazando una subida.
Apenas visito esa esquina.
Tuvimos que vender la casa porque un tío segundo se fue y nos dejó con deudas. Andrés se quedó con la chapa de la puerta, murió mi bisabuela, me mudé con amigos escapando de mi madre, tuve mi primer novio, mi primer soledad luego, mi primer trabajo, mi primer seguro de paro, mi corte de pelo definitivo.
El llamado fue para que un día como hoy pudiese ver la foto de un supermercado y sentir nostalgia como no la iba a sentir con ninguna foto de un rostro amigo. «El ejecutor de una empresa atroz debe imaginar que ya la ha cumplido, debe imponerse un porvenir que sea irrevocable como el pasado». Las cosas maquinales, las que olvidamos, las cosas tiernas y ridículas que hacemos todos los días para conseguir manzanas o trasladarnos [tarde] de un lugar a otro.
64 plaza independencia, predecir seis años antes un texto. Fotografiar presagiando el olvido, sentir que el futuro me iba a pasar por encima como una ola.
No reniego.
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Ahora el Disco es negro y la casa de mis amores tiene rejas.