Lugar

 
 
 
Miraba. Siempre había creído que los pedazos de tierra eran distintos a las personas. Miraba de ojos cerrados, con una mirada interna. Yo que creía que tenía claro que mi hombro no era una extensíon de veintiséis kilómetros. Kilómetros y segundos, como si una medida de distancia no fuese equiparada con una medida temporal. Eran veintiséis kilómetros simultáneos, veintiséis años vividos ahora. La casa de mi infancia era mi pecho con sus metros cuadrados y sus rincones sin sol. El cuadro de la vieja arrugada encima del garaje. Las tardes en la bajada de Michigan como si fuera un río, como si fuera una vena. El cuerpo no distingue entre el recuerdo, el órgano, la casa. Michigan 1766. Isla de Flores años más tarde con el mísmo número de puerta, como si pudiese haber un territorio encima del otro, un tiempo encima del otro encima de un cuerpo. Encima una palabra. No creo en el tiempo como un recorrido de izquierda a derecha. Creo que el tiempo es una esfera minúscula, una burbuja de humedad condensada. Imposible de leer. Imposible de conjurar con una letra que vaya en un renglón con una mano en línea recta con una noción de atrás. Quizás la música. Me pregunto quién ordenó al pasado del lado del corazón, al futuro del lado de la diestra, quién creyó que por eso es que el cuerpo es doble y está dividido.
 
 
Mi abuela tuvo su primer hijo a los diecinueve años y hoy se acaba de mudar a un apartamento con su novio nuevo. Caminando hoy me dijo que se pasó esos años criando a sus tres hijos en Michigan como fuera de sí misma; madre y en otro barrio distinto al de su niñez. Barrio en el que hoy se muda con su novio. Le digo que qué suerte que la vida sea larga para vivir tantas cosas. Quizás me mude de vuelta a Malvín a los setenta y tres años con un novio nuevo. Todo está a punto de cambiar. El cuerpo siente antes que el pensamiento, el sueño anticipa la vida. Entiendo que la noción de anticipar es parte de la misma equivocación. Todo depende de cuán rápido sea el tren en el que viaje uno, porque cuanto más rápido más detenido. tanto que ni la imagen se forma. Solo se puede llegar a la detención mediante el movimiento. Quizás lo que predigo es la primavera. Quizás haya una forma de vida que coexiste con la nuestra solo que desplazándose a millones de km/s. Tan rápido que ni la imagen se forma.
Entonces la vida y la muerte existen porque viajan lento.
 
 
 
Una vez me reuní con Agustín a las cuatro de la mañana, teníamos el ensayo general de una obra al otro día, él era Vershinin en Las tres hermanas de Chéjov y yo era Irina. La obra empezaba el día de mi cumpleaños. Hoy tengo cumplido lo que soñaba para mi en aquel momento y recuerdo con alegría la idea idiota de juntarnos con Agustín en el horario más absurdo del mundo a tomar un café instantáneo en su azotea. Tenía ansiedad por el futuro como tengo ahora, y eso que se me cumplió todo. Quizás predigo que abandono la ansiedad, predigo que confío.
También hoy, caminando, recordé cómo vivía con un dolor con el que ya no me idenfiico, cosas que creí que eran mías o que durarían para siempre.
Me acuerdo entonces que Cristos, un día de viento, me señaló los tilos de su patio y me dijo:
“-Miralos como conversan.”
 
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